Vipassana en la guerra contra las drogas

Anónimo

La primera vez que oí hablar acerca de Vipassana, mi reacción fue como la de cualquier otro joven normal: “¡Meditación! Eso es para ancianos”. Pero de alguna u otra manera, la idea permaneció en mi mente. Curioso de saber más, conseguí mayor información, y decidí intentarlo. Algunas personas me desalentaron, pero la semilla había sido sembrada.

Vine a Dhamma Giri para un curso, y lo terminé. Hago en un énfasis en la palabra “terminé”, porque un adicto es un bueno para nada, un pedazo de carne inútil que no beneficia a nadie, ni siquiera a sí mismo. Yo, por ejemplo, podía empezar muchas cosas con buenas intenciones, pero mi adicción no me permitiría terminar ninguna de ellas. Antes o después, me hartaría, aburriría y abandonaría cualquier trabajo que hubiera asumido, generando muchísima tensión en todos a mi alrededor. Así que, en ese sentido, terminar mi primer curso fue como un renacer de mi auto confianza.

Durante el curso tuve mucho tiempo para la reflexión, reflexión sobre el pasado, pero lo más importante, reflexión sobre la técnica de meditación. Parecía fácil, hasta que empecé a practicarla realmente. Es un trabajo duro. Pero me reveló algunas verdades: que el deseo, la aversión y el ego son dukkha (sufrimiento). Sentí que la técnica estaba hecha especialmente para mí. Estaba padeciendo de esas impurezas, y yo ni siquiera lo sabía.

Mi problema era la adicción a las drogas. Si lo analizas, todo se reduce a un hecho principal: el deseo mental. El deseo físico viene mucho después. De hecho, el deseo mental se prolonga aún hasta mucho después de que los síntomas de la abstinencia desaparecen. Aquí es donde entra Vipassana, enseñándote a cómo lidiar con esos problemas cuando surgen. Además, los discursos de la tarde servían para aclarar cualquier ambigüedad. En definitiva, tras completar el curso sentí que ahora de verdad tenía algo, no sólo para combatir el apego a los intoxicantes, sino incluso para construir una atmósfera más cordial a mi alrededor, en mi vida cotidiana.

De regreso en casa, las cosas fueron bien por un algún tiempo. Me sentí más relajado, y eso es un estado mental, no una postura corporal. Pero todavía no era el fin de mi carrera en las drogas. Ya no lo hacía a diario sino ocasionalmente. El deseo mental todavía estaba allí, y a veces sucumbía a él. En este punto, ya sabía que esta era mi debilidad, y resolví hacer algo al respecto (el segundo paso del Programa de Narcóticos Anónimos).

Volví para hacer otro curso, y pasé un largo tiempo en Dhamma Giri; creciendo en Dhamma, realizando cursos y viendo otra manera de vivir. Créanme, es mucho más hermosa (aunque de nuevo, eso es apego). Conforme comenzaba a entender más acerca del Dhamma, pude aplicarlo más y más a mi vida. Pero aún estaba muy lejos de la meta que me había fijado a mí mismo, que era la abstención total de intoxicantes. Durante mi estadía en el centro, fui algunas veces a casa para descansar, pero una vez allí, era la misma historia de nuevo.

Este deseo o relación de amor-odio con los intoxicantes es una impureza mental muy profundamente arraigada. Cuanto antes se dé cuenta uno, mejor. Porque, por mi experiencia, puedo decir una cosa: hay una línea muy delgada entre consumir intoxicantes y no hacerlo. Y ahora entiendo que esto depende enteramente de mí. Hoy en día, estoy llevando una vida normal en Bombay: tengo un empleo, trabajo seis días a la semana, es un aspecto de la vida que nunca había conocido, pero que en verdad disfruto. Tengo un sentimiento de satisfacción, de logro, que es coronado con una sesión de meditación al final del día.

Por último, me gustaría decir que Vipassana te enseña una cosa: Tú tienes que pelear tus propias batallas. La única ayuda que se te da – ¡y qué gran ayuda! – son las dos armas de Anapana (conciencia de la respiración) y Vipassana (conciencia de las sensaciones del cuerpo). El resto depende de cuán buena sea tu estrategia. No se admiten excusas porque las armas están siempre contigo. Y si la enseñanza es seguida sincera y diligentemente, nadie puede fallar, porque Vipassana es, verdaderamente, el arte de vivir.

Cómo Vipassana me ayudó a salir de las drogas

Por Praveen Ramakrishnan

Mi primer contacto con Vipassana fue por puro destino. Aún hoy me sorprende que una persona como yo, con una mente tan caprichosa, pudiera cambiar y desarrollar una gran fuerza de voluntad.

Al ingresar al colegio preuniversitario a la edad de 15 años, en 1978, fui inducido al mundo de las drogas, primero con intoxicantes suaves y luego, debido a que uno comienza a sentirse insatisfecho con los placeres suaves, continué con el uso de heroína y sus derivados. Este hábito comenzó sólo por la emoción de hacerlo, pero luego comencé a darme cuenta de que no podía hacer nada sin la ayuda de las drogas. Intenté muchas veces razonar conmigo mismo, pero ya que carecía de fuerza de voluntad, me era imposible aceptar el hecho de que tenía una adicción.

Pronto lo supieron mis seres queridos y cercanos. Perdí mi reputación y, a pesar de que intenté abandonar este hábito, nuevamente me ví arrastrado a las drogas a causa de un vacío que ningún tipo de razonamiento podía remediar.

Al poco tiempo, comenzaron los viajes al hospital. Fui desintoxicado muchas veces, pero el efecto sólo duraba un mes, como máximo. Entonces le seguían las recaídas. Los consejos de los médicos, a quienes sólo les interesaba el dinero, dejaron de tener el ligero efecto que antes tenían en mí. Mis estudios empezaron a empeorar. Se destruyó la paz en mi hogar. Pronto, incluso los miembros de mi propia familia estaban en mi contra. Afortunadamente, no perdieron completamente la fe en mí. Mi vida se había hecho intolerable.

Un día, inesperadamente, uno de los amigos cercanos de mi papá, que había tomado un curso de diez días de Vipassana, lo convenció de que uno o dos cursos me ayudarían y que, aún si fallara, no tendría nada que perder. Así que en marzo de 1983 hice un viaje al hospital y me desintoxicaron por última vez. Entonces comenzó el viaje hacia Dhamma Giri.

Me llevaron a Dhamma Giri en contra de mi voluntad y la primera impresión que tuve de este lugar fue la de una prisión abierta con límites cerrados.

El centro era dirigido por un Profesor Asistente y, al ingresar al lugar,me trataron como una persona muy importante y me llevaron con el profesor. Él se aseguró de que, durante mi permanencia allí, no tuviera dinero conmigo, y me dijo que bajo ninguna circunstancia tendría permitido abandonar el centro de meditación, antes de finalizado el curso. También asignaron a un servidor del Dhamma para que cuidara de mí. Hice el check-in y el viaje comenzó.

El curso inició, como de costumbre, con Anapana. Puesto que mi mente no estaba acostumbrada siquiera a las más leves formas de concentración sin ayuda externa, me fue extremadamente difícil. Pensé en salir corriendo el primer día, pero sabía que sin dinero no llegaría muy lejos. Por lo tanto, decidí quedarme, con un poco de presión por parte del servidor del Dhamma. El afecto que él me demostró fue uno de los factores determinantes. Aunque era sólo uno o dos años mayor que yo, la madurez y sabiduría que poseía se encontraban muy lejos de mi comprensión. Intenté hacerlo enojar, pero él no cambió su actitud hacia mí. Esto me animó mucho más y, como es usual, enseñaron Vipassana el cuarto día. Inicialmente, no pude seguir la regla de adhitthana (firme determinación) pero en el noveno día decidí intentarlo. Logré sentarme durante toda una tortuosa hora sin cambiar de postura y eso amplió mi mirada, de alguna manera. Advertí que si yo podía tolerar aquel dolor durante una hora, de la misma manera podía ser capaz de abandonar las drogas, aunque la tarea no era de las más fáciles.

Algunas reglas del curso fueron modificadas para mi conveniencia. Me eximieron de las reglas de noble silencio y seriedad. Además, me sirvieron cena, lo que fue beneficioso para mí ya que físicamente me encontraba muy débil.

Tras salir del centro, mi primer pensamiento fue el de ir a Bombay a consumir una dosis pequeña de intoxicantes. Pero al llegar, me di cuenta de que mi avidez se había reducido. Decidí posponerlo por un día. Un día se tornaron dos y así, día tras día, me dí cuenta de que podía prescindir de ellos. He estado libre de drogas durante los últimos 6 años, y la avidez hacia ellas ya no está.

Volví a Dhamma Giri en 1986 y serví y me senté en cursos durante 9 meses, lo que me ayudó a fortalecer aún más mis bases en la vida y a mejorar mi práctica.

En conclusión, los dolores surgidos en cada proceso de abstinencia, por los cuales sucumbía nuevamente a las drogas, fueron finalmente eliminados con la ayuda de Vipassana. Ahora, siento que soy útil para la sociedad y un ser humano normal.

Un mensaje personal

Por Sr. Sridhar

Damas y caballeros, mi nombre es Sridhar y soy un adicto a las drogas. Es enteramente por la gracia de Dios y por la ayuda que recibí de la asociación de Narcóticos Anónimos que hoy me encuentro limpio.

Compartiré con ustedes mi dolorosa experiencia como adicto y mi feliz experiencia de meditación Vipassana. He buscado la maravillosa oportunidad de compartir mi historia en persona, pero debido a circunstancias inevitables, no he podido hacerlo. De todos modos, estoy agradecido a todos ustedes, y en particular al Dr. Chokhani, por permitirme presentar este escrito.

En resumidas cuentas, comencé a consumir drogas durante los últimos años del colegio secundario. Inicialmente, era lo que siempre había buscado. Siempre había sentido un vacío interior y las drogas lo llenaban. Conforme los días pasaban, comencé a depender más y más, y luego llegó el momento en que me hice adicto. Tras graduarme, suspendí mis estudios y perdí cerca de dieciocho trabajos distintos. Mi saldo bancario y mi posición social desaparecieron. Me convertí en un leproso social, una carga para mi familia, una vergüenza para mis amigos. Intenté yendo a hospitales, también con acupuntura, yoga, meditación trascendental, centros religiosos, cambios de residencia, psiquiatras y tuve tres novias. En el año 1984, tras once años de sufrimiento, encontré la asociación de Narcóticos Anónimos, y desde entonces estoy lejos de las drogas.

Cuando me dí cuenta, tras muchos años, de que había desperdiciado demasiado tiempo siendo un adicto, quise compensarlo todo de una vez, con una carrera, dinero, educación, etc. Por esa razón, asistí a varios seminarios sobre cómo desarrollar la personalidad y cursos de ese tipo. Aunque me beneficié de ellos, el vacío dentro de mí persistió. Entonces, mis amigos, que anteriormente habían sido adictos también, me recomendaron que hiciera el curso de diez días de Vipassana. Lo hice con total honestidad.

Los principales problemas que encontré en mi vida fueron, precisamente, los que aprendí a enfrentar aquí. Seré breve sobre algunos puntos:

Paciencia

Nunca en mi vida tuve un atisbo de paciencia. Quería que las cosas fueran como yo quería, y de inmediato. Aquí, por primera vez, me senté en un lugar durante diez horas al día sin moverme. De sólo pensarlo era aterrador. Cuando en el tercer día le confesé a mi profesor de que no me era posible sentarme en un solo lugar por tantas horas, él me recordó que, durante nueve meses, yo estuve sentado en una sola posición, antes de nacer. Pude hacerlo en ese entonces, y podría hacerlo de nuevo, dijo. Esto cambió mi actitud por completo y me senté con facilidad por el resto de los días.

Tolerancia

Antes, tenía la mentalidad de que todos tenían que tolerar lo que fuera que yo hiciera, y de que yo no toleraría ni la más mínima incomodidad, fuera ésta física, mental o emocional. Durante diez días, tuve la mejor oportunidad para identificar y aceptar las sensaciones tal y como eran.

Esto era muy extraño para mí. Tomé contacto conmigo mismo. Por primera vez en mi vida conocí al Sr. Yo, del cual había estado escapando. Ahora, si bien no digo que yo sea un ejemplo de la virtud, soy mucho más práctico en la vida cuando se trata de aceptar (a otros y a mí mismo) y bastante paciente. También estoy muy conciente de cuándo estoy reincidiendo.

Disciplina

Nunca me despertaba antes de las ocho de la mañana. Cuando era adicto, acostumbraba a levantarme entre las once de la mañana y las dos de la tarde, y dormía a las dos de la mañana o incluso después. La disciplina y la regularidad eran cosas desconocidas para mí. Luego de hacer el curso, aunque pueda parecer trivial para muchos, comencé a tener el hábito de levantarme temprano y dormir a una misma hora. Una vez que pude mantener esos horarios, todo lo demás se acomodó de manera automática.

Los valores espirituales propagados por la institución, y practicados por los seguidores, me atrajeron mucho. En verdad intento ponerlos en práctica lo mejor que puedo cada día.

Para mí, este curso de díez días de Vipassana ha sido una experiencia muy memorable y pretendo continuar el programa de meditación y seguir sus principios por el resto de mi vida. Si hay alguien que ha tenido problemas con las drogas o el alcohol y está pensando en tomar el curso, el pedido que le hago es que en verdad le dé una oportunidad. Funciona.

Una adicción a la heroína superada gracias a la meditación Vipassana

Anónimo

El viaje que me condujo hacia Vipassana, a causa de la heroína, fue largo, aunque interesante y gratificante.

Todo comenzó cuando terminé la escuela y empecé el colegio pre universitario, para el cual aún no estaba listo. A esa edad, muchos estudiantes no son lo suficientemente maduros como para manejar el grado de libertad que de repente se obtiene allí. Ciertamente, yo no lo estaba.

En este nuevo entorno encontré nuevos amigos y cosas nuevas que experimentar, que eran impensables en la escuela. La educación era mixta, nos salteábamos las clases, había cigarrillos, alcohol, drogas y muchas otras tentaciones. Las experiencias que contaban los estudiantes más avanzados fascinaban a los recién llegados. Mis amigos y yo también experimentamos con esas cosas, y pensé que estaba pasándola bien, creyendo que estaba disfrutando de la vida en el colegio. Más tarde, advertí de que eso no era cierto. En nuestras búsquedas, descubrimos la heroína, pasta o azúcar negro. Todo estuvo bien durante la primer semana, pero cuando dejamos de usarla, nos dimos cuenta de que ya éramos adictos. Nuestros cuerpos no podían soportar que no la consumiéramos. No sabía qué hacer, más que seguir tomándola para que mi cuerpo siguiera normal. Este experimentó me costó mi educación y dos años de mi juventud.

Durante dos años estuve completamente en la miseria y también lo estuvieron mi familia y otros que se preocupaban por mí. Mi familia lo intentó todo: doctores, psiquiatras, templos, santuarios, sacerdotes, hombres santos, etc. También fui hospitalizado, pero todo fue en vano. Era adicto física y mentalmente.

En esta búsqueda, tuve la oportunidad de conocer al Sr. S. N. Goenka, pero en ese momento la reunión no tuvo un gran impacto en mí, ya que estaba más interesado en otras cosas y pensaba que esta era tan sólo otra idea de mi familia para ayudarme a salir de mis vicios. En mi reunión con el Sr. Goenka, él me dijo que enseñaba a las personas Anapana y meditación Vipassana, las cuales ayudaban a tener control sobre la propia mente, y de que si yo quería aprender eso, podía asistir a un curso. De todas formas, no asistí a ningún curso en ese entonces.

Siete meses más tarde fue hospitalizado y los doctores me recomendaron que fuera a un centro de rehabilitación en Bombay. Esta idea no me atrajo. En realidad, yo sólo quería tomar otra dosis de heroína, pero la supervisión era muy estricta y no tuve otra alternativa más que iniciar el tratamiento.

Durante mi estadía en el hospital comencé a leer libros de filosofía. Estaba fascinado con la descripción de lo que una mente sana podía hacer, y decidí que, en lugar de ir a un centro de rehabilitación, iría a aprender meditación. Recordé mi entrevista con el Sr. Goenka. Lo discutí con mi familia y mis doctores, y ellos me dieron permiso para ir, en marzo de 1983. Antes de anotarme para el curso, tuve mi última dosis de heroína, afuera de las puertas de Dhamma Giri, pero una vez que el curso inició, elegí darle una verdadera oportunidad a la técnica.

Si la sopa es sopa, entonces hará su efecto; del mismo modo, la Vipassana hizo su efecto, y sentí que de nuevo era libre. Con una nueva determinación, regresé a casa y no me reuní con ninguno de mis antiguos conocidos. Eso fue de gran ayuda.

Hay un dicho que dice: “Drogadicto una vez, drogadicto para siempre”. Al verme, algunos de mis amigos no podían creerlo. Unos pocos vinieron a Dhamma Giri, y fueron muy beneficiados. El centro de rehabilitación, al que se suponía que iba a ir, me invitó a dar una charla. También me invitaron a hablar en el hospital. Muchos le dieron una oportunidad a Vipassana, y todos ellos se beneficiaron. Ahora llevo limpio cuatro años y estoy ayudando en el negocio de mi familia. Antes, mi familia se responsabilizaba de mí, pero ahora yo le soy de gran ayuda. Algunos miembros de mi familia también asistieron a cursos de Vipassana, y hoy la Vipassana continúa ayudándome en mi trabajo.

Aunque el viaje hacia Vipassana fue muy largo y agotador, los resultados han sido más que positivos.

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Fuente: Vipassana Research Institute

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