Mis experiencias con Goenkaji

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Mi nombre es Rampratap Yadav. Fui asistente personal del reverenciado Goenkaji. Vivo en Dhamma Giri y trabajo en una pequeña oficina en los aposentos residenciales de Goenkaji. Aún trabajo aquí, de la misma manera que trabajaba antes. Hoy es día de metta y, mirando hacia afuera, veo el primer centro de Vipassana construido en la historia! Como son maravillosas las grandes salas de meditación, la bella vegetación, el colorido follaje alrededor de la residencia de Goenkaji, y allá en el fondo se levanta la bella pagoda dorada. En este momento, los rostros brillantes y sonrientes de los estudiantes me deleitan, me llenan de alegría. Hay también residencias con todas las modernas comodidades para estudiantes y profesores. Comidas sabrosas y saludables son servidas en los comedores para cerca de mil personas cada día, y siempre a tiempo. Es temporada de monzones, y hay muchas cascadas en colinas cercanas, que tornan la escena tan cautivante. Ver todo esto me trae recuerdos de aquellos primeros días con Goenkaji. La memoria de su jornada única surge en la mente como una película. Él completó su jornada con fe, devoción y esfuerzo incomparables, a pesar de tantos desafíos a lo largo del camino.

Me considero afortunado por haber tenido la increíble oportunidad de servir a Goenkaji inmediatamente luego de su llegada a la India en Junio de 1969. Al día siguiente luego de su llegada a Mumbai, él vino a las oficinas del quinto piso de su hermano menor Shyamsunder, en la calle Kalbadevi, y fui convocado por correspondencia en Hindi. Él había traído con él una lista de alrededor de 200 nombres y direcciones. Estas personas iban a ser informadas de que su profesor de Vipassana, el venerado Sayagyi U Ba Khin, le había nombrado para enseñar Vipassana y que un retiro de diez días ocurriría en Mumbai. Todos aquellos que deseasen participar en este curso, o quisieran organizar un retiro en sus áreas locales, deberían responder inmediatamente. El intercambio de cartas comenzó. Además de Mumbai, muchos lugares comenzaron a solicitar cursos. Estos incluían Chennai (por entonces Madras), Sarnath, Kolkata (Calcuta por entonces), Delhi, Tadepalligudem (Andra Pradexe), Madhoganj (U.P) y Ajmer (Rajastan), entre muchos otros.

El primer curso de 10 días fue organizado en una dharamshala (una casa de reposo pública) llamada Panchayat Wadi, del 3 al 13 de julio. La sala de meditación era grande y el número de alumnos era de apenas 14. Sin embargo, no había una acomodación apropiada para hospedar a Goenkaji, El dormitorio femenino quedaba en una área encima del salón de meditación y, aunque había un cuarto disponible encima de este, Goenkaji tendría que subir y bajar un tramo de escalera que pasaba por esa área. Goenkaji gestionó un dormitorio para el curso con una división de tela al final de la gran sala de meditación. El asiento del Dhamma fue montado al lado opuesto de la cortina, mientras él compartía la entrada común a la sala de meditación. En este curso, incluso los pocos baños eran compartidos. La gente los usaba por turnos, aguardando en una fila. Cuando Goenkaji necesitaba usarlos,preguntaba si alguno de los baños estaba disponible.

Para todos los propósitos, el curso estaba marchando bien. Sin embargo, al quinto día, yo y otros pocos estudiantes repentinamente nos enfermamos. Goenkaji se preocupó porque algo pudiera haber ido mal. Al comienzo, pensó que la comida podría ser la causa. Se llamó a un doctor y él nos examinó y trató. Me sentí un poco mejor al día siguiente, después de tomar la medicación para la fiebre. Más tarde, luego de una evaluación más profunda, Goenkaji se acercó a mi oficina y me preguntó si estaba practicando alguna otra forma de meditación. Le admití que, realmente había estado practicando una técnica diferente (Ananda marg) por media hora, dos veces al día. “Oh”, dijo él, “no me extraña que te hayas enfermado junto a los otros estudiantes”. Él explicó luego, “Esta es una técnica basada en un Mantra Beej (repetición de una palabra con una fuerte vibración), pero yo enseño un camino diferente, basado en las leyes de la naturaleza, y ambas no pueden coexistir bajo el mismo techo. O tienes que dejar de practicar el mantra, o tendrás que abandonar el curso”. Le dije que de ahora en adelante sólo practicaría en casa, pero no podría renunciar a eso. Con mucha compasión, él comenzó a explicarme las diferencias entre las dos técnicas. Me aseguró que si yo dejo el mantra y practico sólo Vipassana, no me causaría daño alguno. Él sonrió “En el futuro, muchos cursos se van a organizar, así que será mejor construir desde ya una fuerte base”.

Lleno de agitación, concordé. Me llevó al salón y me enseñó Anapana. El curso ya había pasado de la mitad, así que no había mucho más que hacer ahora. Se me instruyó sólo trabajar con la respiración. Lo hice tal como se me dijo y completé el curso pacíficamente- todas las interrupciones cesaron.

El siguiente curso fue programado del 24 de agosto al 3 de septiembre en Chennai. Quince días antes de comenzar, viajamos juntos y nos quedamos con su hermano mayor, el Sr. Bala Krishna. Un día, durante mi práctica ahí, de pronto caí y una hormiga se deslizó por mi nariz. Pasé mi mano y la removí, pero parecía que ella regresaba cada vez que volvía a cerrar mis ojos. Estaba perplejo con esta nueva dificultad. Luego de tomar los dictados de Goenkaji, le pregunté acerca de esto; él simplemente me aconsejó no prestar atención a ello. “Sólo enfócate en la respiración”, dijo. “Te contaré más en tu retiro de 10 días”.

Cuando el curso del 24 de agosto empezó, me inscribí como estudiante. Sin embargo, mis responsabilidades relacionadas con el intercambio de correspondencia continuaron. Tomaría dictados como y cuando se requiera, y me pasaría la noche dactilografiando, mientras meditaba según el programa del curso. Mi práctica de Anapana por largo período valió la pena, y cuando se me entregó Vipassana, tuve sensaciones por todas partes. Sin embargo, mi práctica previa de una técnica diferente presentó algunos mayores desafíos, y luché contra el hecho de que abandoné mi técnica anterior. Goenkaji escribió una carta detallada acerca de esto a su hermano mayor en Rangoon, el Sr. Babulal, solicitándole que se la reenvíe a Sayagyi U Ba Khin. El metta poderoso de Sayagyi me ayudó a lidiar con esas tormentas y ellas disminuyeron. Me sentí inmensamente afortunado por esta ayuda.

En aquellos días, los cursos dados en dharamshalas estaban repletos de desafíos únicos y difíciles. Goenkaji tuvo que soportar una serie de adversidades durante éstos, pero nunca vi una sombra de desagrado en su semblante. Él diría, “Como nos hemos venido preparando para las dificultades, realmente no hay nada de qué quejarse, después de todo, los estudiantes están enfrentando similares dificultades”.

Uno de esos cursos se dio en una pequeña villa, Sādrā, cerca de Ahmedabad en Gujarat. En este único curso, los estudiantes tuvieron que hacer voluntariado para gestionar el funcionamiento del curso. Esto incluía el montaje de una fogata al aire libre para cocinar los alimentos. Luego del inicio el curso, hombres y mujeres trabajarían juntos para cocinar el almuerzo y luego limpiar. Goenkaji me había informado de antemano que los participantes en el curso eran muy pobres, por lo que no debería pedirles nada a ellos. Yo debía aceptar lo que sea que me fuera dado, y nunca cuestionarlo. Cuando fui a tomar este almuerzo el primer día, traje de regreso un vegetal cocido, sopa de lentejas, un pan seco medio quemado, media cebolla para ensalada, y suero de leche. Antes de comer, Goenkaji me preguntó de nuevo, “no les pediste nada, cierto?” Le aseguré que no. Más tarde, los estudiantes se acercaron a Goenkaji, lamentándose, “Goenkaji, lo sentimos mucho. Sabemos que nuestra comida no es buena, pero es todo lo que tenemos. Este lugar está lejos de la ciudad, así que por favor, perdónenos”. Goenkaji se rió, “Oh, pero la comida estaba deliciosa! Ella tenía su metta dentro. Todos Uds. deberían enfocarse en su práctica, no se preocupen por mí, pues estoy muy cómodo aquí”. Hoy, algunas personas de ahí son profesores de Vipassana, y han servido en el Dhamma a muchos otros.

En esa misma época, se organizó un curso en Pushkar, un pueblo cerca de Ajmer en Rajasthan. La persona que estaba organizando el curso había enviado invitaciones para la participación en un curso de 10 días usando un lenguaje colorido y persuasivo. Incluso Goenkaji quedó impresionado por esta bella correspondencia y concordó en dirigir el curso. El organizador quería montar un retiro en Ajmer, pero no consiguió asegurar un sitio para el curso. Había muchos dharamshalas ahí, pero sus administradores no los alquilaban, temiendo que fuera una tradición Buddhista. Sin éxito en Ajmer, él finalmente lo ubicó cerca del pueblo de peregrinación de Pushkar. Aún no era temporada de festivales, por lo tanto el dharamshala se hallaba desocupado y él lo reservó. Sin embargo, en cuanto éste terminó en el último minuto, nadie de Ajmer o áreas vecinas se inscribió en el curso.

En aquellos días, Goenkaji viajaba en tren, en el ordinario vagón con camarotes triples, o lo que conocemos hoy en día como “clase con camas”. Goenkaji y yo viajaríamos juntos. Durante nuestro viaje a Ajmer, un Saadhu (un asceta) se sentó frente a nosotros. Él no tenía un destino específico, por lo tanto, estaba preparado para bajar del tren como y cuando lo quisiera. Mientras discutíamos acerca de técnicas de meditación, él expresó un interés en sentarse en un curso. Goenkaji le mencionó que había un curso por comenzar al día siguiente y que podría acompañarnos a Pushkar. El organizador del curso nos saludó cuando llegamos a la estación, y juntos nos dirigimos a Pushkar. La casa de reposo pública se llamaba “Yadav Dharamshala” y no tenía ni un sólo baño o ducha. Sólo afuera del edificio había un canal seco. El organizador nos mostró un baño clausurado que fue habilitado, hecho de paja y barro sobre una cresta de concreto en este canal. Sólo tenía alrededor de 4 pies de altura, apenas suficiente para privacidad. También nos mostró un área del patio donde una pequeña esquina se había cerrado para servir como área de ducha. Como nadie ocupó los pisos superiores, esto proveería privacidad suficiente. El vigilante nos proporcionó agua de un pozo cercano, y fue también nuestro cocinero y auxiliar de aseo. Para no causarle más problemas, Goenkaji decidió bañarse en el pedestal junto al pozo, evitando así que el vigía tuviera que atravesar el patio cargando agua.

En este punto, estaba claro que sólo 2 personas participarían del curso, el Saadhu que conocimos en el tren y nuestro organizador de curso. Bero Goenkaji no se desmoralizó en absoluto, y en vez de eso, sugirió que él y yo sentemos junto con ellos en el curso. Así, el curso se duplicó en tamaño, de 2 a 4. El servicio postal era lento, y las instalaciones de teléfono no existían en esa pequeña villa, resultando en un curso muy tranquilo, muy pacífico. Goenkaji meditó con nosotros, pero también dio discursos, de la misma manera que lo hacía en otros retiros de 10 días. El organizador del curso, quien nunca antes había participado en un curso de diez días, le informó a Goenkaji que sólo podría estar por 7 días, y que necesitaba atender una reunión importante en Sri Lanka. Por lo tanto, luego del séptimo día, sólo había 3 de nosotros en el curso. El vigilante continuó sirviéndonos comida; esta era simplemente, lo que sea que tuviera después de haber cocinado para él mismo ese día. Nuestro curso terminó bien. El Saadhu terminó lleno de gratitud. Sintió que los pasados doce años de su vida austera en los Himalayas habían sido fútiles, y que sólo ahora él podría correctamente afirmar ser un asceta. Mataji arrivó desde Myanmar un año después. Inicialmente, ella se quedó con la familia y los niños por algún tiempo, y luego ella también comenzó a ayudar a Goenkaji con su trabajo de Dhamma. Se deshizo de sus apegos a la familia y a sus hijos, y dedicó todo su tiempo al servicio al Dhamma.

Los niños gradualmente crecieron, terminaron sus estudios y crearon sus propios sustentos. Cuando Goenkaji regresó de dirigir cursos, él compartiría con ellos su experiencia y entendimiento sobre su vida pasada como hombre de negocios. También compartió con ellos sus experiencias mientras servía al Dhamma. Él siempre les enfatizó los beneficios y la importancia de servir en el sendero del Dhamma. Así es como él vivió hasta el final de sus días. Con la misma devoción inconmensurable, esfuerzo sin límites, e inquebrantable sinceridad hacia su profesor y padre en el Dhamma, Sayagyi U Ba Khin y el sendero del Dhamma que él enseñó. Mantuvo la promesa que le hizo a su padre en el Dhamma, de mantener la pureza del Dhamma hasta su último respiro. Sentí el deber de compartir estas recolecciones de algunos incidentes de su vida. Pero, no importa cuanto escriba, cuantas historias cuente, es casi imposible hacer justicia a esas memorias. Ellas son ahora una preciada compañía por el resto de mi vida, y una fuente de inspiración continua mientras camino por el sendero del Dhamma.

Respetuosamente,
Rampratap Yadav

Extracto del artículo publicado originalmente en:
Boletín Vipassana VRI Vol.24 #9 de 09/09/2014

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