Todos hablan acerca del Dhamma pero nadie lo entiende

Captura de pantalla 2015-09-19 a las 12.46.49 p.m_
Practicar la pureza mental: este es el verdadero Dhamma 

S.N. Goenka

La palabra sánscrita “Dharma” – que en lengua Pāli es “Dhamma” – en un comienzo significaba “ley de la naturaleza” o “la Verdad”. En la India actual, desafortunadamente, la palabra ha perdido su sentido original y es empleada equivocadamente para referirse a “secta” o “sectarismo”. Usando como introducción este tema, en el discurso a continuación, Goenkaji explica que la meditación Vipassana enseña cómo vivir una vida de Dharma puro –una vida llena de paz, armonía y buena voluntad hacia otros.

¿Qué es el Dharma? En los últimos 1500 a 2000 años, para su gran desgracia, India perdió el verdadero sentido de la palabra “dharma”. ¡Cómo podría uno vivir de acuerdo a sus principios si su mismo significado se perdió! Para empeorar aún más las cosas, se le agregaron muchos tipos de soportes, muletas, podría decirse. Varias comunidades crearon su propio dharma respectivo; de ahí surgió el dharma buddhista, el dharma jaina, el dharma hindú, el dharma cristiano y así.

Estos términos sectarios fueron las muletas unidas al Dharma, a pesar de que éste no necesita apoyo alguno. El Dharma da apoyo. Pero cuando aparecen las muletas, éstas toman la prioridad y se vuelven prominentes, al tiempo que el Dharma retrocede hasta el final, sin ser visto. Para nuestra gran desgracia, esto fue lo que sucedió.

En la antigua India, Dharma hacía referencia aquello que es asimilado, vivido – dhāretīti dhammam. Aquello que surgía en la superficie de la mente, en un momento dado, era considerado el dharma de la mente. ¿Qué es lo que la mente absorbe sino su propia naturaleza, sus propias características? Estos son su “dharma”. “Dharma” significaba características, la naturaleza de un elemento particular. En la lengua de aquellos días, también era llamado “rit”, que significaba “la Ley de la Naturaleza”. Por ejemplo, la naturaleza o característica del fuego es arder y quemar lo que sea que entre en contacto con él; la del hielo, es ser frío y enfriar aquello que se le acerque.

EL DHARMA COMO LEY DE LA NATURALEZA

También decimos que es la Ley de la Naturaleza el que todos los seres deban afrontar la muerte, la enfermedad y la vejez. La Ley de la Naturaleza, en otras palabras, es el Dharma.

Examinemos cual es la naturaleza de la mente. Lo que sea que surja en este momento en mi mente: enojo, animosidad, celos o arrogancia, por ejemplo. Éstas son negatividades que pueden aflorar de tanto en tanto y, como tales, han sido llamadas la “naturaleza de la mente”, esto es, la ley, el Dharma de la mente. Los grandes investigadores del pasado – los Rishis, Sabios, Santos, Gurúes, Arahants, Buddhas – investigaron larga y arduamente que era el Dharma, o la naturaleza de la mente.

Cualquier impureza, cualquier negatividad de ira, celos o arrogancia, cuando surge, conlleva un tremendo calor y agitación interior. Esa es su naturaleza. Es inevitable. Si la ira surge en el interior, entonces otra parte de la naturaleza, la agitación, le sigue como un resultado inevitable. Las impurezas siempre surgen junto a la agitación. Esto era llamado “sahajat” , que significa “junto”; esta desdicha surge junto con su consecuencia, con su propio efecto cada vez.

Entendámoslo mejor: cuando se colocan carbones ardientes en un recipiente, estos quemarán el recipiente antes de calentar a su alrededor. Cualquiera que se le acerque sentirá el calor. De manera similar, si uno coloca hielo en un recipiente, éste se enfriará primero y luego lo hará el ambiente en que encuentre. Esta es la ley inmutable de la naturaleza.

Tal y como el fuego, cuando una persona está enojada, primero ella se convierte en la víctima de su propia ira antes de propagar a su entorno las vibraciones de agitación y calor. Todos aquellos que entren en contacto con esta persona sentirán agitación. Esta es la expresión, o naturaleza, de una mente habitando en la ignorancia. Tan pronto como uno se aleje de los carbones ardientes, el calor disminuirá.

Los Sabios del pasado, como se mencionó antes, descubrieron la profunda verdad de que cuando cualquier impureza, como los celos, ira, arrogancia, etc., surgiese, entonces, irremediablemente, se quemarían. Si ellos colocaban los carbones ardientes en sus recipientes mentales, el resultado no podría ser otro más que calor y agitación. En ciertas ocasiones ellos se comportaron de esa manera debido a la ignorancia, sin advertir la inmutable ley de la naturaleza; ya que nadie en su sano juicio querría generar para sí tal ardiente agitación.

Un niño, en su ignorancia, no sabe que el fuego quema y coloca sus manos sobre carbones ardientes. Sorprendido, saca sus manos. Con curiosidad, de nuevo coloca sus manos en el fuego, y luego las saca cuando se quema. Esto puede que se repita unas pocas veces, hasta que finalmente se da cuenta de que eso es fuego, que quema y que nunca debería ser tocado.

Un niño entiende. ¿Pero qué hacemos nosotros? Continuamos llenándonos con más y más carbones ardientes, quemándonos a nosotros mismos y a otros. ¡Pura ignorancia! Cuando la ira, los celos, la aversión, la arrogancia o alguna de esas impurezas surge, continúa multiplicándose en nuestro interior, llenándonos de pensamiento sobre el evento o la persona que sirvieron de instrumento en el incidente. Nos justificamos a nosotros mismos diciendo: “Sucedió tal y tal cosa, lo que me molestó, así que no es mi culpa. Es natural que me haya enojado”.

Natural, ¡verdaderamente! Estás enojado con alguien o con algún evento que te impide alcanzar tu objetivo deseado. Quizás, pero el hecho es que también te estás quemando a ti mismo. No has visto el ardor interior. La mente sólo está buscando afuera.

Por otro lado, si en vez de carbones ardientes se pusiera hielo en el recipiente, entonces habría un frescor relajante y tranquilizador, puesto que el hielo también sigue a su propia naturaleza, que es enfriar. Los atributos de la mente que poseen propiedades calmantes son el amor benevolente, la compasión, la alegría en la felicidad del otro. Todos los buenos hábitos poseen la naturaleza integral de impartir calma refrescante a uno mismo y a los demás a su alrededor.

En la antigua India, la ciencia o la técnica de mirar hacia dentro fue llamada “vipassana”. Aunque uno necesita ser consciente de la realidad exterior, observar el interior era considerado, con razón, vital para el desarrollo mental del individuo; observar las reacciones que surgen en el interior, debido a ciertos sucesos, es uno de los más importantes aspectos de la conciencia. El día en que realmente podemos ver la Verdad, es cuando comenzamos a entender el Dharma puro, sin muletas.

“Cada vez que genero impurezas en mi mente, inevitablemente resultará en agitación”; uno comienza a entender esta verdad absoluta. Tras observar repetidamente este fenómeno, también se aprende a observar esta realidad con objetividad. Es decir que, inicialmente, uno observa el evento o los eventos que toman lugar en el exterior y los considera como la causa de su ira, envidia, animosidad, etc. Conforme va madurando en el camino, esos sucesos dejan de ser tan importantes y uno enfoca su atención en lo que ocurre en su interior cuando está enojado. Comienza a ver que en tales situaciones se quema con la agitación y la infelicidad. Mientras continúa observando su interior y comprendiendo esta realidad fundamental del Dharma, su naturaleza y su comportamiento comienzan a cambiar. Empieza a crecer profundamente en el Dharma.

También se aprende que embarrarse con impurezas no es Dharma. Además, se advierte que el despertar cualidades saludables en uno mismo, tales como la compasión, el amor benevolente y la alegría en la felicidad del otro, es Dharma, puesto que trae como resultado paz y serenidad.

Dhāretīti dhammam – El Dharma es aquello que se vive y es asimilado. Cuando uno lo entiende al nivel de la experiencia, entonces se es una persona verdaderamente Dhármica. Uno sabe muy bien que si vive con fuego, ciertamente se quemará, y a la inversa, si uno vive con hielo, uno permanecerá fresco. No hay nada que pueda alterar este fenómeno. Esto es “rit”, la Ley Universal que gobierna todo, sin excepción; no distingue entre personas que pertenecen a una secta o comunidad determinada, sean éstas hindúes, musulmanas o de cualquier otra comunidad.

El día que reconozcamos este aspecto universal del Dharma será el día en que la Humanidad hará un salto cuántico en la evolución humana.

Si uno olvida esta verdad universal e insiste en dar una atención indebida a los ritos y rituales externos, entonces el crecimiento personal se ralentiza, o se aleja aún más del Dharma.

Muchas sectas o comunidades poseen sus propios ritos y rituales, su manera distintiva de vestir, filosofía y costumbres sociales que gobiernan sus vidas. No hay nada de malo en ello, pero estos rituales y convenciones sociales ¡no son Dharma! Invirtiendo todo su tiempo en ritos y rituales, uno se engaña a sí mismo pensando que es una persona muy Dhármica; pero si comienza a investigar en profundidad, puede que vea la realidad de cuánto se ha alejado del Dharma, de la sabiduría y el conocimiento: generando impurezas, estando cada vez más agitado, lastimándose a sí mismo y perturbando la paz de otros.

El Dharma es, como se dijo anteriormente, universal, y no tiene sino un criterio para verificar si se está creciendo en el Camino: si las impurezas están disminuyendo. Este es el criterio más simple y único que hay para medir el Dharma. Entonces, cualquier casta, secta o clase a la que se pertenezca, se vuelve irrelevante una vez que se comprende la naturaleza verdadera y universal del Dharma.

SÉ EGOÍSTA, VERDADERAMENTE

El Dharma verdadero nos enseña a ser egoístas en el verdadero sentido de la palabra. Una persona que aprende a observarse a sí misma en todas las situaciones, todo el tiempo, puede ver qué es lo que surge en la mente en un momento dado y cómo esto la afecta. Una persona realmente egoísta comprende dónde reside su máximo bienestar y trabaja acorde a ello. Tal “egoísmo” no tiene nada que ver con el egoísmo tal y como se lo entiende comúnmente, en el que puede llegar a engañar y mentir con tal de proteger sus propios intereses. Podrá parecer que se está beneficiando a sí mismo actuando de esa manera, pero en realidad está trabajando en contra de sus intereses, ya que se está dañando a sí mismo al engañar y mentir. Alguien verdaderamente egoísta trabaja para su máximo bienestar al crecer en Dharma.

Si las virtudes de amor benevolente, compasión, buena voluntad hacia todos están creciendo en su interior, entonces, ciertamente, está velando por sus intereses “egoístas”. Pero si los valores negativos son predominantes en él, entonces está perjudicando sus propios intereses y está yendo en contra del Dharma.

Entender esto desde un nivel intelectual no es nunca suficiente. Por lo tanto, los Santos espiritualmente desarrollados de este país exhortaron a otros a proteger sus propios intereses y a ver la Verdad, la realidad interior. No es sino hasta que uno aprende a mirar en su interior que cualquier experiencia que pueda tener en el mundo externo podrá ser de utilidad. Cuando uno aprende a explorar y a ver en su interior, descubre una verdadera gema, se aprende a vivir la vida como es debido, uno se enriquece de manera significativa. Viviendo en paz y con alegría, puede decirse que se ha aprendido el arte de vivir.

¿Quién no desea esto? ¿Quién quiere arder en el fuego infernal de sus impurezas? Por supuesto que nadie lo quiere, pero a fuerza de los hábitos uno continúa realizando actos que lo hacen a sí mismo infeliz y también a los otros que lo rodean. Pero cuando vuelve su mente hacia su propia interioridad y comienza a observar, se da cuenta de lo inútil que es vivir con ansiedad y agitación, haciéndose a sí mismo y a los demás infelices.

De todas formas, si constantemente se está reaccionando con aversión hacia lo indeseado y apego hacia lo deseado, no puede suceder un cambio por medio de meros discursos, puesto que los hábitos se encuentran profundamente arraigados ya que se es un esclavo de los deseos. El cambio debe venir desde adentro. ¿Qué es lo que hace uno para lograrlo?

Los Rishis de la antigüedad fueron buscadores que exploraron el significado de “rit”, la Ley de la Naturaleza, la ley que gobierna el universo entero. Ellos no investigaron intelectualmente, externamente; lo hicieron buscando respuestas en su interior.

Uno de sus descubrimientos fue que cuando cualquier sentimiento de aversión o ira surgiese, se debería redirigir el foco de la atención hacia otra cosa, como tomar un vaso de agua o empezar a contar “1, 2, 3, 4”. Por supuesto que cambiar el foco de la atención fue de ayuda para sentirse mejor. Incluso comenzar a cantar el nombre de los dioses o diosas preferidos o el del propio gurú sirvió para calmar la ira o la negatividad que había comenzado a surgir.

De todas formas, la mejor manera de purificarse a sí mismo fue comprender la ley fundamental de que si contaminas tu mente, la naturaleza ciertamente te castigará, y lo hará sin demora. Por el contrario, si purificas tu mente con pensamientos y acciones virtuosos, la recompensa tampoco tardará en llegar. No hay ningún retraso en la respuesta de la naturaleza; es tan sólo un eco de nuestros propios pensamientos y acciones.

Como ciudadano de una nación, cualquiera que ésta sea, uno cumple sus reglas. Si se rompe alguna ley, el castigo puede que tarde debido a demoras legales. Incluso puede que sea posible escaparse libremente y se evite tener que sufrir las consecuencias, gracias a algún error legal. Pero la Ley de la Naturaleza, el Dharma, no tiene excepciones y nunca se retrasa. Las impurezas de la mente o de la acción son seguidas automática e inmediatamente por la agitación y la ansiedad, tal como a una buena acción o un buen pensamiento le sigue la alegría y la paz, de manera inevitable. Tan pronto como uno comienza a comprender esto en el nivel de la experiencia, su propia naturaleza y su comportamiento comienzan a cambiar para mejor.

Nadie quiere vivir una vida llena de desdicha, pero sin saberlo, uno genera negatividades una y otra vez y se vuelve una persona agitada. Aún cuando la mente vaga ociosamente, algunas impurezas son generadas, añadiendo más combustible al fuego ardiente en el interior. ¿Por qué sucede esto?

Escuchar palabras de sabiduría pero no acompañarlas con la acción es un ejercicio inútil. Yo también he realizado rituales y pasado años escuchando discursos. Puede que ayuden a despertar un poco de sabiduría, pero sólo brevemente. Por ejemplo, cuando alguien cercano y querido muere y es cremado hay un momento de profunda sabiduría en nosotros: “Oh, yo también moriré un día y terminaré así, en una pira ardiente y nada me acompañará, por lo tanto, ¿de qué me sirven estas actividades mundanas sin sentido? ¿Por qué estar apegado a este ‘yo’ y a este ‘mío’; por qué desarrollar orgullo?” Esto es lo que se llama “sabiduría del cementerio”, la cual no tiene mas que un impacto temporal en la superficie de la mente. Tan pronto como se pone un pie fuera del crematorio, nuestro mundo, con todos sus apegos al “yo” y al “mío”, toman nuevamente el control.

También en mi experiencia, y en la de cientos de otros, quienes vinieron por un mero interés intelectual volvieron con las manos vacías. Puede que uno piense “¡Oh, lo que está diciendo es tan cierto! No deberá contaminar mi mente con negatividades, ya que eso sólo me vuelve infeliz. En lugar de eso, debería generar buena voluntad que contribuye a mi propia felicidad y a la de otros.” Este efecto producido en el oyente se pierde, puesto que no hay una acción que le siga y que le haga cambiar el antiguo patrón de conducta de la mente.

A veces podremos sumergirnos en “bhajans” (canciones religiosas) o en “japas” (cánticos), o en algún otro ritual religioso que nos dará alguna paz mental con la cual nos sentiremos bien por un tiempo. Pero este sentimiento también dura poco.

NIVELES DE LA MENTE

En tiempos antiguos, al nivel superficial de la mente se lo llamaba “parita citta”, que significa “una pequeña parte de la mente”. Sea que esta parte de la mente genere pensamientos positivos o negativos, no es de ninguna importancia, ya que el mensaje que le damos a nuestras mentes en este nivel no logra penetrar el nivel más profundo de la mente, si es que lo alcanza. Es en la parte más profunda de la mente, la más grande, la mente subconciente, donde predominan los mismos viejos hábitos de ignorancia y oscuridad. Una experiencia desagradable resulta instantáneamente en una reacción de aversión y negatividad, mientras que una experiencia agradable, en deseo y apego. Esta ha sido su naturaleza por innumerables vidas.

Puede que uno no crea en muchas vidas, pero ciertamente cree en esta vida y puede ver claramente cómo desde su infancia ha sido reactivo. También puede observar que, cuandoquiera que algo indeseado sucede, o que algo deseado no sucede, entonces la aversión y la agitación emergen como un resultado inevitable. Hay que salir de esto.

LOS TRES COMPONENTES MAYORES DEL DHAMMA

1. Moralidad (Sila)

El primer componente del Dhamma es la moralidad, es decir, la virtud. Casi todos los seguidores de las sectas o doctrinas predominantes de aquella época aceptaron la importancia de la moralidad.

Lo sé por mi propia experiencia porque yo nací en una familia hindú ortodoxa. Los ancianos me enseñaron a cultivar la devoción a Dios. En la oración que nos enseñó el maestro en la escuela se nos instruía a rezarle “Llévanos a tu refugio, haznos virtuosos”.

El maestro en nuestra escuela nos pidió que no cometiéramos actos físicos o verbales que pudieran herir o lastimar a otros seres. Cometer tales actos es una conducta errada y no hacerlo es una conducta correcta. En todas las tradiciones la lección acerca de la recta conducta se enseña desde la infancia en adelante. Así que puedo inferir certeramente que cuando los embajadores del Dhamma del Buddha realizaron sus viajes para difundir las enseñanzas y les pidieron a las personas que primero observaran los preceptos de la moralidad, no debieron haber hallado oposición en ninguna parte. Tales embajadores del Dhamma deben haberles enseñado que el realizar acciones provechosas o malsanas primero toma lugar en la mente. Después se manifiesta en acciones verbales o físicas. Ningún sabio debe haber tenido dificultad en aceptar esta verdad tampoco. Para llevar una vida virtuosa uno tiene que evitar cometer actos malsanos de forma física o verbal. Aunque es muy necesario, es muy difícil librar a la mente de las malas acciones.

Puede que no haya sido difícil para un hombre común de aquel tiempo, que entendía que la mente precede a todos los fenómenos. Todos los fenómenos brotan desde la mente. La mente es lo más importante y la que rige, por lo tanto todo está hecho por la mente – “Mano-pubbangama dhamma, mano-settha, manomaya”. Es necesario purificar la mente para purificarse a uno mismo. Una acción verbal o física realizada con una mente impura es una acción nociva, que perjudica a quien la realiza y también a los demás. De manera similar, una acción realizada con una mente pura es una acción virtuosa, beneficiosa para uno mismo y para los demás. Cuando la mente se contamina, las acciones físicas y verbales también se contaminan y sus consecuencias causan sufrimiento. Tal como fue dicho: “Manasa ce padutthena, bhasati va karoti va; tato nam dukkhamanveti, cakkam’va vahato padam”, “si uno realiza actos verbales o físicos con una mente impura, el sufrimiento lo sigue a uno como la rueda del carro a la pata del animal de tiro”. De manera parecida, cuando la mente es pura, las acciones físicas o verbales también se vuelven naturalmente puras y sus resultados conducen a la felicidad: “Manasa ce pasannena, bhasati va karoti va; tato nam sukhamanveti, chaya’va anapayini”, “si uno realiza actos verbales o físicos con una mente pura, entonces la felicidad lo sigue a uno, como la sombra que nunca se aleja”.

Cuando estos embajadores del Buddha le enseñaron a la gente el camino para ser personas honradas al lograr el control de sus propias mentes, todas sus acciones se volvieron naturalmente virtuosas. Es la sombra que nunca se aleja.

2. Concentración de la mente (Samadhi)

Es necesario lograr el control de la mente para purificar las propias acciones verbales y físicas. Sólo cuando la mente está bajo control es que uno puede evitar cometer actos malsanos y tiende a realizar acciones provechosas. Para alcanzar la concentración de la mente sila es una condición necesaria.

La mayoría de los indios de aquellos días dieron gran importancia a los logros referidos al control de la mente y para ello tomaron varias medidas, algunas de las cuales aún prevalecen. Por ejemplo: todos tienen su propio dios o diosa a quien veneran y cuyo nombre repiten para complacerlo o complacerla y para lograr concentrar sus mentes. De todas formas, este tipo de concentración no es universal, es sectario, ya que su dios o diosa no son universalmente aceptados por todas las personas.

Los hijos del Dhamma del Buddha no creyeron haber generado controversia al contradecir dichas creencias. Pero poco a poco, fue asentándose en las mentes de aquella gente la verdad de que la liberación personal dependía de uno mismo. En lugar de concentrar la mente y purificarla apoyándose en otro, deben haber advertido de que el individuo es su propio maestro, ¿quién más podría serlo? “Atta hi attano natho, ko hi natho paro siya”. También deben haber entendido que encontrarse bien o mal dependía de cada uno, “atta hi attano gati”. Por ello, para mejorar la propia condición uno debía de esforzarse en el nivel personal.

Para alcanzar el control de la mente, los embajadores del Dhamma les enseñaron el camino universal: “Observa continuamente el flujo de la respiración normal, entrando y saliendo naturalmente. Tan pronto como la mente se dispersa, condúcela nuevamente a la conciencia de la respiración. Ninguna palabra debe repetirse junto con la respiración; ninguna creencia imaginaria debe ser combinada con ella. Tan sólo la respiración entrando y saliendo naturalmente, tan sólo continúa observándola tal y como es”.

Algunas personas habrán aceptado esta técnica basada en la autosuficiencia, mientras que otros habrán elegido darle importancia a la manera tradicional de alcanzar la concentración. Aquellos que recurrieron a la autosuficiencia en lugar de al modo tradicional, deben haber desarrollado sabiduría (pañña).

3. Sabiduría (Pañña)

Conforme uno va fortaleciendo la recta concentración (samma samadhi) sobre la base de la respiración normal, natural, uno comienza a experimentar alguna sensación cerca de la entrada de las fosas nasales. Luego comienza a expandirse por todo el cuerpo. La verdad alcanzada de este modo se debe a los esfuerzos propios. Por ello, no es conocimiento indirecto. Es un conocimiento ganado a través de la experiencia personal directa. Por esa razón es llamada “Prajña” (sabiduría, conocimiento directo por medio de la experiencia).

Conforme uno trabaja más y más en desarrollar la concentración, uno advierte que existen tres tipos de sabiduría.

El primer tipo es la “sabiduría recibida” (sutta-maya-pañña), que es el conocimiento adquirido a través de escuchar a alguien y aceptar lo que dice con veneración.

El segundo es la sabiduría intelectual (cinta-maya-pañña), la cual se alcanza por medio de la reflexión de lo que uno ha oído de otros. Cuando se examina lo dicho y se lo encuentra lógico, entonces se lo acepta. Este es el conocimiento que se obtiene en el nivel intelectual por medio de la reflexión. Pero ninguno de estos dos tipos constituyen el verdadero sentido de la sabiduría.

En tercer lugar se encuentra la “sabiduría al nivel de la experiencia” (bhavana-maya-pañña). Ésta es la verdadera sabiduría, la cual surge a partir de la experiencia propia. Tomar como certero algo sólo por escucharlo de otros no es verdadero conocimiento. Tampoco lo es reflexionar acerca de algo que se leyó en un libro, por encontrarlo lógico. La recta sabiduría es aquel conocimiento que surge como resultado de la propia experiencia. No es conocimiento indirecto, sino el propio conocimiento directo. Por eso, esta es la sabiduría en su correcta acepción.

Esta entrada foi publicada em Artículos. Adicione o link permanente aos seus favoritos.