Me han pedido que escriba un breve artículo sobre la experiencia en la gestión de los cursos de Vipassana en Venezuela durante estos tiempos. De tal modo tendría que hablar – primero – de estos tiempos, con ecuanimidad y del modo más objetivo posible. Comencemos entonces por explicar que de unos cuatro años para acá, la situación del país se ha transformado de un modo tan extraordinario, que la vida de quienes residimos en este, nos obliga a asumir como cotidianas y normales, una serie de circunstancias muchas veces incomprensibles, inimaginables o hasta increíbles si se compara con la “realidad” del resto del mundo y de nuestro pasado.
Para ilustrar a que me refiero, les cuento que cosas triviales y ordinarias, como conseguir combustible, alimentos, medicinas, efectivo, resultan para cualquier habitante de este país – odiseas –, en un sentido estrictamente literal, además una de las consecuencias de esta realidad, es que el ánimo colectivo se ha enrarecido, entonces un pueblo antes famoso por su alegría y simpatía, se va convirtiendo cada día mas en un colectivo agreste y agresivo.
¿Cómo afecta a la gestión de cursos de Vipassana esta realidad? , se los cuento de un modo más o menos cronológico – o crono ilógico – según se vea, el primer ámbito que sufrió notablemente fue la logística de suministro y preparación de alimentos, pues llego un punto en el que simplemente no podíamos conseguir los alimentos necesarios.
Entonces comenzamos por reducir al mínimo nuestros requerimientos, atrás quedaron granolas, productos lácteos, galletas, mermeladas, dulces, postres, condimentos y un largo etcétera de suministros que comprendimos que no eran – en absoluto – indispensables, además tuvimos que pedirle a los estudiantes que se inscriben en los cursos, que aporten parte de los suministros, específicamente aquellos ingredientes imposibles de conseguir en grandes cantidades, tales como, cereales, harinas, aceites, edulcorantes, etc. De lo cual se han generado varias consecuencias, la primera es que, es literalmente imposible predecir qué tipo de comida y en qué cantidades recibiremos para cada curso, entonces tuvimos que crear un modelo de gestión de suministros que se adapte a la incertidumbre, además hemos aprendido y desarrollado una enorme variedad de técnicas y recetas para que a pesar de la imprevisibilidad y las limitaciones, la comida ofrecida a los estudiantes sea nutritiva, agradable y abundante.
Al tiempo que íbamos abordando el tema de los alimentos, comenzaron a surgir otras dificultades, – como ranas en monzón – una de las más complejas es el tema del acceso al centro, pues las condiciones de seguridad desmejoraron a tal punto, que hemos tenido que tomar en cargo el traslado de los estudiantes desde la terminal de transporte de la ciudad más cercana hasta el centro en buses rentados, procurando que los estudiantes no usen sus vehículos para asistir a los cursos.
También el mantenimiento y mejora de nuestras instalaciones se ha vuelto muy complejo y costoso, por lo que hemos reducido al mínimo nuestras expectativas, enfocándonos en mantener y de hecho aumentar el número de cursos, adaptando nuestra funcionalidad a las realidades existentes.
Sin embargo, lo más importante de este artículo, y de esta experiencia, es que estas dificultades nos han enseñado y obligado a profundizar más en la técnica, aceptando la realidad, desarrollando una profunda paciencia y fortaleciendo la persistencia, generando una compasión infinita hacia todo lo que nos rodea, y sobre todo a agradeciendo la joya entregada por el buda a través de nuestros maestros, que nos permite ante un devenir tan complejo y tortuoso, mantener el foco en el dhamma y la sonrisa en nuestros labios.
Poner foco en lo real. Tormenta flexibilidad, paz.