Diez días en la cárcel

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Hace mucho soñaba cuán bello sería poder llevar la maravillosa técnica de meditación Vipassana al sistema carcelario y, cuando menos imaginaba, un mensaje llegó diciendo que un curso iniciaría en dos semanas en un presidio de Minas Gerais… La felicidad tomó mi corazón y sentí que era el momento de ofrecer servicio en esta hermosa obra.

Como siempre, inprevistos surgieron indicando que no sería posible servir, pero al final, todo fluyó bien y allí  y pude ir!

Llegué el dia 0 del curso y allá encontré una unidad prisional bien diferente de lo usual… limpia, organizada, con personas cariñosas y atentas  al mando. Todo demostraba que había bellos impulsos Dhammicos armonizando y preparando el ambiente para la ardua y bella empresa que estaba por comenzar.

Me encontré entonces con mis hermanos del Dhamma y feliz de estar en un armonioso y entusiasta equipo, el curso inició.

Aunque las condiciones de la cárcel fueran ejemplares, no podemos decir que era un ambiente ideal para la práctica de la meditación, pues aun con el maravilloso trabajo hecho por la administración para atender todas las demandas que el curso traía, la falta de silencio del ambiente fue sin dudas un obstáculo a vencer. Por esa y por otras razones me imagino que para los valientes estudiantes nuevos no fue fácil mantener el silencio a lo largo del curso, lo que de una forma u otra nos dejó preocupados, pues nuestro propósito en aquel servicio era el de proporcionar a los internos , por medio de todo el sistema que Vipassana trae, una experiencia de purificación profunda para sus mentes.

El curso por la conducción amorosa de un profesor flexible y presente fue avanzando de tal forma que se mostraba posible e íbamos intentando hacer que las reglas, cuidadosamente pensadas y comprobadas por miles de cursos, pudieran permitirles la mejor experiencia.

Percibimos los límites de los hermanos para el cumplimiento de las reglas y decidimos avanzar, pues con el paso de los días, quedaba claro que incluso en condiciones no tan ideales, ellos estaban viviendo experiencias sinceras.

Uno de los internos  un día, agitado y caminando de un lado a otro con una facción cerrada en su semblante dijo al ser preguntado si necesitaba algo … – –

-“Hice atrocidades allá afuera. No sabía que yo era una persona tan mala “.

La técnica hacía su trabajo trayendo la conciencia a la superficie.

Otro en determinado momento cuando se llamó para una meditación en grupo dijo con los ojos llenos de lagrimas ….

– “Nunca más cambiaré en mi vida lo que tiene valor por lo que no lo tiene”.

Los días pasaban y percibíamos que los que trabajaban seriamente, comenzaban a conectarse con sus verdades. Lindo trabajo de transformación.

El curso llegó al final con veintiuno de los veinticinco que comenzaron.

El día de Metta, la noble palabra permitida, el deseo de compartir sus vivencias, el sentimiento de haber logrado finalizar una ardua “maratón” interior, llenaba los corazones de todos con alegría y mucha esperanza en una vida nueva, en fin… se sentían seres humanos nuevamente, parte de una sociedad que busca el bien y la paz.

– “Nunca más participaré de ninguna actividad criminal” decía uno de los detenidos  con extensa lista de crímenes.

Nosotros servidores, llenos de satisfacción y alegría por haber hecho parte de ese curso histórico, el primero en prisión en nuestro país, nos preparábamos junto a los estudiantes, ahora antiguos como nosotros, a formar parte de la solemnidad de la conclusión de este curso,  junto a los familiares y autoridades. Emociones a flor de piel …. discursos plenos de amor reforzaba en cada uno de nosotros la gratitud al ILUMINADO y toda la Santa Sangha que permitió que pudiéramos encontrar ese camino de purificación.

– “Este curso salvó mi vida y la vida de mi familia, pues estaba preparado para quitar la vida de aquellos que me hicieron llegar aquí”, decía un dedicado estudiante.

A mí me tocó el deseo de seguir sirviendo a los hermanos encarcelados de la sociedad y de sus propias verdades mientras sigo haciendo mi propio trabajo interior.

– “La prisión está en tu mente y no en el lugar donde te encuentras”, decía nuestro querido profesor a uno de sus alumnos.

Mucha paz y Metta
Servidor del curso en el presidio

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