Estoy cada vez más y más profundamente agradecido de haber entrado en contacto con el Dhamma, y, además, de haber podido ver y sentir el valor que hay en él para todos los que lo apliquen en su vida, y de estar pudiendo tener cada vez más voluntad para aplicarlo en mi vida diariamente, con cada vez más voluntad y menos esfuerzo.
Desde que empecé a meditar, “mi” mente ha cambiado muchísimo (por supuesto, para bien), y así sigue cambiando. Antes tenía muchísima ansiedad, y en general estaba o muy feliz (pero casi siempre de una forma agitada, nunca en calma), o muy mal (enojado o triste). En mi primer curso volví a experimentar (después de muchos años) un estado de profunda serenidad, felicidad y calma. Paz. Y, desde entonces, con la práctica, cada vez los malestares fueron durando menos y ocurriendo menos seguido, y el bienestar es cada vez más profundo, frecuente y estable.
Hasta ahora, desde mi primer curso en marzo del 2012, he hecho, como estudiante, 8 cursos de 10 días, 2 de 3 días, y 1 Satipatthana, y he servido en 4 de 10 días… Esto sonará a mucho a quienes hayan hecho 3 cursos o menos, pero, habiendo hecho varios, uno entiende que recién está en los primeros pasos de un largo camino, y conoce a meditadores dentro de la comunidad (incluyendo profesores) quienes han hecho tantos cursos que ya ni recuerdan cuántos son, incluyendo cursos de 30 y de 60 días.
Sin embargo, el tiempo de cada uno, de la transformación dentro de cada uno/a, hasta ciertos “objetivos” o anhelos comunes, como vivir sin estados emocionales negativos, o incluso hasta vivir profundamente en Paz, durante al menos la mayoría del tiempo y la mayoría de los días (que es algo que todos anhelamos en algún punto), es único. Cada proceso es único, porque cada cúmulo de sankharas (condicionamientos mentales) es único, en cantidad y en calidad. También, por esta misma razón, es único el tiempo que a cada uno/a le lleva establecerse en la meditación diaria, y más aún con el mínimo de 2 horas diarias recomendada, así como es único el tiempo que cada uno/ tarda en sentir el famoso “flujo libre” (que también, hasta donde entiendo, cada uno/a lo siente de una forma única), o en comenzar a sentir las sensaciones dentro del cuerpo. Hay personas que, probablemente por tener algunos paramis (las 10 virtudes) más desarrollados y/o un menor cúmulo de sankharas (como Goenka, por ejemplo) sienten el flujo libre y las sensaciones más sutiles en su primer curso, y que a partir del primer curso hacen grandes cambios internos y mantienen de por vida o durante años su meditación diaria de 2 horas. Pero para la mayoría de nosotros, no es así. Yo, por ejemplo, a pesar de hacer mis mejores esfuerzos tras salir fascinado y motivado de cada curso, ¡recién pude mantener mi meditación diaria a partir de mi cuarto curso, en el 2014! Durante meses fueron 2 horas, luego pasó a ser una hora promedio (a veces más, a veces menos, y días sin meditar), durante períodos fueron nuevamente 2 horas (sobre todo tras nuevos cursos), recién ahora estoy pudiendo volver a las dos horas diarias (y cada vez que lo hago, los beneficios son más y más notables – esta mañana, por ejemplo, me desperté en Paz, sin alarma a las 5:30 a.m., sin sueño, fresco, habiéndome dormido a la medianoche, y medité mi primera hora del día.), y, hasta ahora, muy pocas veces pude sentir el flujo libre mientras meditaba, y sólo lo sentí en pequeñas partes de “mi” cuerpo, y por poco tiempo.
Así que, a no preocuparse ni rendirse, y, por el contrario, a seguir siendo como tanto nos insiste y pide (por nuestro bien y el de todos) Goenka que seamos: pacientes y persistentes. Cada cual a su tiempo. No hay nada que forzar, ni nada que apurar, sólo hacer (y no dejar de hacer) lo mejor que podamos a cada momento. No importa cuánto tardemos en llegar a estas metas tan nobles y beneficiosas para todos los seres, lo importante es seguir haciendo lo mejor que podamos, meditando tanto y lo mejor que podamos, sin rendirnos nunca. De esta forma, los resultados están real y totalmente garantizados, como los maestros lo enseñan, y como lo confirma mi experiencia y la de miles de meditadores mucho más antiguos que yo. Por momentos puede costarnos mucho, a veces los resultados tardan en venir, pero me atrevo a decir, ya con bastante certeza, que no existe nada con mayor y más valiosa recompensa que cada gramo de esfuerzo puesto en el Noble Sendero Óctuple, es decir, en 1. El sīla (la moralidad), 2. el samādhi (la concentración) y 3. el paññā (la purificación de la mente vía la mera contemplación y aceptación de la realidad dentro del marco del cuerpo), las 3 en conjunto.
Por último, quisiera hacer una pequeña recomendación que a muchos les ayudará tanto o más que a mí, que es complementar la práctica con teoría, y no estudiar teoría sin practicar. He leído varios libros de Vipassana, y realmente es algo que me ha ayudado mucho a inspirarme y me ha guiado y ayudado a mejorar mi práctica. Quizás no es para todos/as, pero creo que al menos para la gran mayoría de estudiantes interesados en purificar su mente, este consejo les ayudará mucho.
Que todos aquellos que tuvieron la enorme suerte de hacer al menos un curso completo puedan aprovecharlo de la mejor forma: sin dejar de cultivar el Dhamma dentro y fuera suyo, para el máximo bien suyo y de todos los seres.
Gracias a los editores por este espacio de expresión.
Con mucho Metta para todos los seres,
Mauro