por S.N. Goenka
¡Que extraordinario!
Hablando con su acostumbrada voz suave, el Dr. Om Prakash repetía: “Es realmente extraordinario. He visto morir a mucha gente, pero nunca de este modo.” Se refería a mi tía y madre adoptiva, Rami Devi. Verdaderamente, su enfermedad y muerte fueron extraordinarias. A los 75 años, unos 15 días antes de su muerte, estaba hablando con Illaichi Devi (Mataji) y le comentó que durante algunos meses había estado sintiendo constantemente dolor en su abdomen. Era capaz de soportarlo y permanecer ecuánime, pero lo mencionó como algo pasajero.
Inmediatamente llamé a nuestro doctor y amigo íntimo, el doctor Om Prakash, que se había convertido en un miembro inseparable de la familia. Examinó a mi madre y, llevándome aparte, dijo: “Puede ser cáncer de hígado. Todos los síntomas apuntan claramente hacia este diagnóstico, excepto uno: en estos casos el dolor es intolerable, y el dolorido paciente pasa el tiempo chillando y llorando. Nadie puede soportar el dolor de este tipo de cáncer durante meses y ni tan siquiera mencionárselo a alguien. Incluso ahora tu madre está tan llena de paz. Tengo que investigarlo más.”
Dos días después, el doctor Om Prakash vino con el coronel (doctor) Min Sein, un conocido doctor de Rangún. Después de examinar a mi madre, el coronel dijo lo mismo: “Todos los síntomas sugieren un cáncer en estado avanzado. Pero el paciente está muy apacible y sin ningún tipo de angustia; es difícil aceptar que esté padeciendo cáncer. Haremos algunas pruebas más antes de hacer un diagnóstico.”
Después de que ellos se marcharan, Illaichi Devi preguntó a mi madre: “¿Cómo es el dolor que sientes?” La respuesta nos dejó a todos atónitos; mi madre dijo: “Es peor que los dolores de parto. Pero, ¿que sentido tiene chillar? Observo el dolor con ecuanimidad. Al fin y al cabo, ¿no es esto lo que nos enseñó a hacer Guruji [Sayagyi U Ba Khin]?
Mi madre era una meditadora de Vipassana excepcional. En el centro de meditación de mi reverenciado profesor, solo se organizaba un curso de 10 días cada mes, que comenzaba el primer viernes de mes. Desde que empezó a caminar por el sendero de Vipassana, seis o siete años atrás, no había habido un solo curso en el que mi madre no participara. Precisamente acababa de terminar un curso especial de 30 días. Su ecuanimidad se había establecido tan bien que no había posibilidad de que se deshiciera en lamentos.
Después de algunas pruebas, ambos doctores concluyeron que definitivamente se trataba de cáncer y que éste había avanzado hacia un estado terminal. Opinaban que a mi madre solo le quedaban unos pocos días de vida. Cualquier tratamiento que se le hiciera sería inútil y sólo se conseguiría aumentar el sufrimiento. No obstante, continuarían con el tratamiento para mitigar el dolor.
En su última noche, a las tres de la madrugada, mi madre le dijo a la enfermera que se aproximaba la hora de su muerte y pidió que llamara a sus niños. Todos nosotros fuimos a su habitación. Yo telefoneé inmediatamente al doctor Om Prakash. Aún no se había ido a la cama, hacia solo dos horas que le habían llamado para ir a visitar a otro enfermo que se estaba muriendo. Aún así, vino enseguida. También llamé a Sayagyi y afortunadamente él también vino, junto con Madre Sayama.
El Dr. Om Prakash la reconoció y no le encontró el pulso. A mi madre solo le quedaban unos pocos minutos. Poco antes de morir dijo: “Quiero sentarme.” El doctor Om Prakash la advirtió que no lo hiciese; diciendo: “Es mejor para ella que se mantenga estirada. Si se sienta el dolor va a empeorar.” Pero mi madre insistió y, entendiéndolo yo como si éste fuese su último deseo, la aguanté para que pudiese hacer lo que deseaba. Ante nuestra perplejidad, hizo el esfuerzo de sentarse con las piernas cruzadas y empezó a meditar. En verdad, este era un remarcable esfuerzo en el Dhamma.
¡Pocos minutos antes su pulso no se podía detectar, y ahora estaba sentada meditando con las piernas cruzadas! Para reforzar su resolución a meditar dije: “Taima, ‘anaissa, anaissa’— tía/madre, anicca, anicca.” pronunciando la palabra tal como lo hacían en Birmania. Entonces ella alzó su mano derecha y, tocando la cima de su frente, dijo: “Sí, hijo, anaissa,anaissa” . Entonces bajó su mano. Me miró, miró al doctor Om Prakash, a Sayagyi y a Madre Sayama, y luego miró hacia arriba y respiró por última vez.
La visión de tal muerte dejó atónito al doctor Om Prakash. Hacia las cuatro y veinte minutos de la madrugada, el cuerpo de mi madre se sacó de la cama y se depositó en el suelo, de acuerdo con las costumbres indias. Teníamos que esperar a que los demás llegaran antes de poder celebrar el funeral. Los familiares que vivían en Rangún y otros miembros de la comunidad llegarían hacia las ocho y media de la mañana. Mientras tanto, todos nosotros, incluido el doctor Om Prakash, permanecimos en un salón muy cerca de la habitación. Continuamos hablando de esa muerte tan inusual.
Por fin se acercaban las ocho y media, hora en que debíamos proceder a la incineración. Antes de poner el cuerpo en el féretro, tenía que ser lavado y vestido con ropas nuevas. Illaichi Devi fue a la habitación de mi madre para hacer esta tarea, pero volvió en seguida y nos sobrecogió a todos diciendo que mi madre estaba todavía viva. El doctor Om Prakash dijo: “¿Como puede ser?” Illaichi Devi nos explicó que el cuerpo de mi madre estaba todavía suave y caliente, que no se parecía en nada a un cadáver.
Todos nosotros fuimos a la habitación de mi madre con el doctor Prakash. Examinó el cuerpo cuidadosamente y dijo que era verdad que mi madre no estaba viva, pero también era verdad que todo el cuerpo estaba todavía caliente. Su rostro estaba excepcionalmente tranquilo y iluminado por un resplandor divino. Parecía como si estuviese sumida en un profundo sueño. Y éste fue el momento en el cual el doctor Om Prakash exclamó: “¡Que extraordinario!” No había duda de que estaba muerta, pero ¿qué maravilla era esta? No hallé palabras para expresarlo.
Celebramos el funeral y volvimos a casa. Todos en nuestra familia eran meditadores de Vipassana, y por lo tanto nadie lloró. Yo meditaba la mayor parte del tiempo para mantener una atmósfera de Dhamma. Por la tarde temprano todos los meditadores de Vipassana de la ciudad se reunieron para hacer una sentada de grupo de una hora. También se hallaban presentes Sayagyi y Madre Sayama. Después de esta hora, otros miembros de la comunidad que no eran meditadores de Vipassana vinieron, y con el permiso de Sayagyi, di un discurso del Dhamma de una hora de duración. Inmediatamente después, el doctor Om Prakash vino a verme y me dijo que deseaba sentarse en un curso. “Dime cuándo se va a dar el próximo curso”, me pidió. Estaba programado hacer uno de aquí a quince días. Le aseguré que le informaría con suficiente antelación. Al día siguiente hubo otro discurso del dhamma por la tarde; y otra vez al final, el doctor Om Prakash vino a verme y me dijo: “El próximo curso no se va a celebrar de aquí a pocos días; yo deseo sentarme lo más pronto posible.” Sayagyi se encontraba cerca, y viendo el fuerte impulso del Dhamma que había surgido en el doctor Om Prakash, se avino a organizar un curso inmediatamente. Nos sorprendió mucho que Sayagyi dirigiera un curso sólo para una persona, pero me dijo que fuera al centro de meditación con el doctor Om Prakash al día siguiente.
Al día siguiente el doctor Om Prakash fue al centro de meditación por sí mismo. Yo llegué a tiempo, y otras dos personas se unieron al curso. Después de dar Anapana volví a casa, y Sayagyi a su oficina. Como siempre, volvió al centro por la tarde y después vino a mi casa para la meditación de grupo. Al finalizar el discurso del Dhamma, Sayagyi me explicó que el doctor Om Prakash estaba haciendo grandes progresos. Yo estaba muy complacido de oir esto.
A la mañana siguiente recibí una llamada de Sayagyi: “Tu amigo está dotado con abundantes paramis . Después de sólo un día de Anapana, está preparado para
Vipassana. Ven inmediatamente; se le ha de dar Vipassana ahora mismo.” Fui al centro para la toma de Vipassana del doctor Om Prakash, y poco después volví a casa. Sayagyi vino otra vez para la meditación y el discurso de la tarde. Estaba muy feliz, diciendo que después de sólo un día de Vipassana el doctor Om Prakash había alcanzado el estado de bhanga [disolución] y ahora estaba trabajando a un nivel muy profundo.
A la mañana siguiente él me llamó otra vez y dijo:” Ven en seguida. El progreso de tu amigo es extraordinario. Parece que tiene abundantes paramis de varias vidas. Ha alcanzado un estado cercano al nibbana. Se le han de dar ahora mismo las instrucciones necesarias.” Abrumado por este gozo tan grande y por este prodigio, me dirigí al centro y tomé mi asiento junto a Sayagyi. Al doctor Om Prakash se le dieron las instrucciones precisas. Mi felicidad no tenía límites cuando él, inmediatamente, experimentó el nibbana, el estado que trasciende las sensaciones. Sayagyi también estaba feliz. Lo examinó de cerca y encontró que todas las señales indicaban que se encontraba en el estado de nibbana. ¡Mi felicidad no tenía límites! Mi querido amigo había entrado en la corriente de la liberación, se había convertido en un sotapanna, en un ariya [una persona noble].
Mi primer contacto con el doctor Om Prakash fue en una reunión pública en Rangún después de la segunda Guerra Mundial, en 1947. Enseguida nos sentimos mutuamente atraídos. Afortunadamente, los amigos con los cuales me relacionaba socialmente eran buena gente y mantenía buenas relaciones con todos ellos. Pero de todos ellos, el doctor Om Prakash era el más allegado. Trabajamos juntos en varios campos. En el período de la postguerra restablecimos la Sociedad de Literatura Hindi de Birmania, y otras ramificaciones que se reanudaron en varios puntos del país. Se organizaba cada semana en Rangún un simposio sobre literatura hindi. La sociedad estableció colegios en hindi donde se impartían los niveles de estudio primario, secundario y superior; y muchos estudiantes acudieron a ellos. También se realizaron trabajos de intercambio entre la literatura hindi y birmana. Se escribieron y publicaron libros de texto en hindi. Se estableció un Centro Cultural Hindi-birmano, y a través de él se organizaron varios actos culturales. Ambos fundamos conjuntamente un orfanato y nos encargamos de su gestión. De este modo, después de trabajar juntos en varias actividades para el servicio público, ahora teníamos la oportunidad de dedicarnos al campo de Vipassana.
Además, el doctor Om Prakash me trató de mis migrañas. Cuando todos los otros medicamentos se mostraron ineficaces, me empezó a dar inyecciones de morfina. Pero le preocupaba el hecho de que pudiera convertirme en un adicto a la morfina y me instó a ir al extranjero a buscar un tratamiento. “Aunque no puedas curarte de tus migrañas,” dijo “ al menos te librarás de tu dependencia a la morfina. En el extranjero seguramente encontrarás otros calmantes efectivos”. Siguiendo su consejo viajé al extranjero buscando un tratamiento, pero al final volví desanimado. El doctor Om Prakash compartía mi preocupación.
Consecuentemente, cuando me uní a un curso de Vipassana y me vi libre de mi enfermedad, él compartió mi felicidad.
Pero cuando empecé a asistir con regularidad a los cursos, a meditar diariamente y a asistir a las meditaciones de grupo en el centro cada domingo, le preocupaba que me pudiera convertir en un budista, en un ateo. A menudo, con cariño, intentaba disuadirme. Yo le solía explicar: “Gracias a la profunda influencia de Arya Samaj [un movimiento de reforma hindú —Nota del editor.], no puedo quedarme atrapado en ninguna fe ciega. He examinado las enseñanzas de Buda de un modo objetivo, basándome en la verdad experimentada, y he visto que es completamente libre de defectos. Durante siglos, condicionamientos erróneos han llevado a la gente de la India a rechazar las impecables enseñanzas de Buda. Yo mismo fui víctima de esta falsa propaganda. Pero ahora sé por experiencia que no existe ningún rastro de mácula en sus enseñanzas. Me asombraba el hecho de que esta técnica procedente de la India tan pura y valiosa, se hubiese perdido en su país de origen.” No sé qué efecto tuvieron mis palabras sobre él, pero después de la muerte de mi madre sus inmensos paramis se despertaron y se dedicó para siempre a esta técnica.
Fui a la India en 1969, y se empezaron a dar cursos allí. Pero el doctor Om Prakash aún estuvo unos años más en Myanmar. Aunque pasó por experiencias extremadamente dolorosas, en su mente no había ni un dejo de amargura. Incluso no informó de la mala conducta de algunos oficiales al presidente del país, que había sido compañero de clase en la escuela. Su mente continuaba estando llena de metta y ecuanimidad. La Vipassana era su baluarte. Incluso antes era de naturaleza calmada y estable. Ahora con Vipassana lo era todavía más. Después de algunos años vino a la India y se comprometió con actividades de Vipassana.
Había sido uno de los más prestigiosos doctores en Myanmar, pero , debido a su naturaleza generosa, había ejercido la medicina con espíritu de servicio. No cobraba los precios establecidos, sino que aceptaba gustoso el dinero que el paciente le ofreciera después que éste recobrara la salud. No solía cobrar nada a los pacientes pobres. A muchos incluso les daba medicinas gratis. Esta era su disposición natural. Antes de venir a la India, cada vez que iba a Delhi, servía con regularidad dos horas diarias en la clínica gratuita Arya Samaj; el resto del tiempo lo dedicaba al servicio de Vipassana. Incluso a los 87 años, viajó a diferentes lugares y condujo cursos con un entusiasmo incansable, aventajando a los más jóvenes. Viajó al extranjero en diversas ocasiones.
Recientemente volvió a visitar América para dirigir numerosos cursos. Su itinerario lo llevó hacia los Ángeles, la siguiente parada la hizo en Kansas City, y después hizo cursos en Dhamma Kuñja(cerca de Seattle) y Dhamma Siri (cerca de Dallas). Sin embargo, cuando estaba en los Ángeles sufrió una apoplejía. Cuando fue llevado al hospital, explicó su estado al médico que lo atendía con completa lucidez, pero mientras lo hacía entró en coma. Estuvo durante varios días en la unidad de cuidados intensivos en ese estado.
Cuando pasó esto yo estaba haciendo una ruta del Dhamma por el Sudeste Asiático. Al llegar a Singapur recibí la noticia de su enfermedad. Telefoneé y le envié metta, pero su yerno, el doctor Soni, que estaba entonces con él, dijo que no había ningún signo físico por el cual se pudiera decir que el metta era efectivo. Dijo: “Su cerebro no funciona para nada, y por lo tanto ningún órgano sensorial está funcionando.” Me apenó mucho oir esto. Pero pocos minutos antes de morir, pareció que recuperaba el sentido del oído. Cerca de él poníamos continuamente cintas con dohas y discursos del Dhamma. Su hijo, el doctor Rajiv, dijo que poco antes de su fin, sus ojos se abrieron ligeramente, sus labios se movieron un poco y parecía estar mirando algo que había arriba. Entonces su respiración empezó a volverse más lenta —sólo nueve veces por minuto. Su respiración se fue volviendo gradualmente más lenta hasta que realizó la última lleno de paz. Su rostro brillaba con un resplandor divino. Por esto llegamos a la conclusión de que su conciencia interna había estado presente durante todo este tiempo, pero era incapaz de realizar cualquier movimiento físico aunque hubiese querido hacerlo. En el final afloró su fortaleza del Dhamma, sus ojos se abrieron y sus labios se movieron —prueba de que su consciencia interna estaba despierta.
Cuando volví a Mumbai después de un largo viaje del Dhamma por siete países, vi que entre el montón de papeles que me esperaban se encontraba una carta que me había escrito el 26 de Agosto. En ella me describía su viaje a los Ángeles, me daba detalles de los futuros cursos y me pedía metta.
Su servicio al Dhamma era el más efectivo. Algunos centros de Vipassana anhelaban organizar cursos dirigidos por él. También en América la gente lo esperaba con una gran ilusión. Pero en medio del viaje se fue y logró una promoción importante. La gente lo estuvo esperando. Después de leer su carta hice un profundo suspiro y espontáneamente me vinieron estas palabras:
Bade gour se sun raha tha zamana,
tumhi so gaye dastan kahte kahte!
¡El mundo estaba escuchando muy atentamente,
pero tu caíste dormido mientras narrabas la historia!
La familia mundial de Vipassana crece día a día, pero mis hermanos en el Dhamma van disminuyendo en número. ¿Cuántos quedamos ahora de los que recibimos la enseñanza directamente de Sayagyi U Ba Khin? Este hermano en el Dhamma llevó a cabo su misión: “Anta samaya taka dharma ki, seva hoti jaya — Permitidme servir al Dhamma hasta mi último momento.”
Fui extremadamente afortunado de tener a tal hermano en el Dhamma.
El ideal que el doctor Om Prakash estableció para todos los meditadores de Vipassana y profesores servirá de señal luminosa en el futuro. Esta inspiración traerá bienestar y felicidad a muchas personas. La India recuperará su antigua gloria y dignidad conduciendo al mundo entero hacia una gran prosperidad.